lunes, 13 de julio de 2009

Los conceptos de tipo ideal y ethos en la tesis central de "La ética protestante y el espíritu del capitalismo"



En “La ética protestante y el espíritu del capitalismo” Max Weber demuestra que las características y los modos de vida de las sectas protestantes, y sobre todo la calvinista, influyeron en la conformación de un ethos particular, un ethos racional que es el que está en la base del espíritu del capitalismo. En palabras de Weber:

“Tratábamos de demostrar que el espíritu del ascetismo cristiano fue quien engendró uno de los elementos constitutivos del moderno espíritu capitalista, y no sólo de éste, sino de la misma civilización moderna: la racionalidad de la conducta sobre la base de la idea profesional”

Para arribar a esta conclusión, Weber utiliza un esqueleto metodológico que no deja ver en toda su extensión, pero que se percibe a lo largo de la obra.
Nos centraremos en las herramientas conceptuales de “tipos ideales” y “ethos” .
Los tipos ideales son construcciones analíticas que ayudan a estudiar la realidad. Se trata hacer una abstracción sobre lo fáctico, erigir una estructura típica y pura aun sabiendo que nunca, o rara vez, la encontraremos en el mundo real. Con la construcción de un tipo ideal tenemos un parámetro para medir los sucesos reales, podemos ver en que medida se acercan o se alejan de él.
La naturaleza de los tipos ideales está en consonancia con la concepción epistemológica de Weber: si tomáramos un tipo directamente de la realidad, prescindiendo de la abstracción que lo eleva a puro, este tipo traería consigo una serie de presupuestos valorativos. Así queda evidenciado cuando describe el tipo ideal “espíritu del capitalismo” centrándose, sobre todo, en escritos de B. Franklin, y subrayando que “…tiene la ventaja de carecer de relación directa con lo religioso, y de estar, por tanto – para nuestro tema- , “exento de supuestos”.”

“Un segundo gran tema weberiano es el de la forma como las religiones construyen el “ethos” de los individuos, es decir, el orden normativo interiorizado, que da forma a la conducta.” Para Weber es importante destacar que ese “ethos” no constituye algo puramente limitado a las ideas, sino que tiene consecuencias sociales y, además, no surge de individuos aislados sino de grupos que consideran su ética como un signo distintivo explícito en la acción social.
Si bien este ethos que se crea en las sectas protestantes más ortodoxas se conectará con el espíritu del capitalismo principalmente a través de una concepción particular de la profesión (la salvación a través del ejercicio metódico de la profesión), el ethos calvinista no se agota en esto. Es un universo que engloba maneras de hacer, de pensar, formas de vestir, una verdadera personalidad grupal, un nuevo carácter popular que queda definido en términos de organización, de método y que no se desarrolla solo en el trabajo de estas personas, va mucho más allá: toda la organización de la biografía de estos grupos va a estar bajo el influjo de la racionalidad utilitaria, de la disciplina, del cálculo.
Las relaciones sociales y las formas simbólicas no pueden ser separadas, y constituyen un orden vital que identifica a determinados “tipos ideales”.

Es útil aclarar, antes de exponer como se vinculan estos conceptos metodológicos con la tesis central del libro, que no debemos confundir la intención de Weber y pensar que la conclusión de su obra es que la ética protestante fue la condición para el nacimiento del capitalismo. Se posicionará contra el determinismo monocausal (que atribuye a Marx) y dejará bien claro que se trata solo de una dimensión de la inmensa e incognoscible vida social. Los valores de la ética protestante influyeron en el nacimiento del capitalismo, entre otras muchas cosas.

El capitalismo no nace, entonces, a partir de Lutero ni de Calvino. El capitalismo ya existía. Weber describe entonces dos tipos ideales de capitalismo:
1. El capitalismo aventurero:
Este existe desde los tiempos más remotos. Es irracional y especulativo. No tenía en consideración la organización racional del trabajo. Ejemplos de este podemos encontrar en China, India Babilonia, Egipto y en “todos los países civilizados del mundo”.
2. El capitalismo racionalista moderno
En occidente nace un tipo de capitalismo nuevo que no encuentra par en ningún otro momento ni lugar en la historia. El Capitalismo moderno occidental se caracteriza por la organización racional del trabajo formalmente libre. La autonomía de los modernos establecimientos industriales se basa en “…la contabilidad racional y la separación jurídica entre el patrimonio industrial y los patrimonios personales…”
Estas características del capitalismo moderno deben su importancia a la organización del trabajo que, en contraposición al capitalismo aventurero, es libre y racional.

El capitalismo aventurero conectaba bien con el “tradicionalismo”. Podían coexistir sin estorbarse. Empero, para el capitalismo racionalista, el tradicionalismo era un adversario a vencer.
El tipo ideal “tradicionalismo”, ese otro ethos enemigo del capitalismo moderno, es descrito por Weber a partir de una serie de ejemplos. El más ilustrativo es el de los trabajadores “tradicionalistas”:
Estos no están interesados en acrecentar sus ganancias, en acumular. Les basta con asegurarse aquello que les permita vivir como hasta entontes. Por esta razón se encontraban tantas trabas para incrementar la productividad: cuando el salario se subía para intentar producir más, los trabajadores optaban por trabajar menos: con menos tiempo lograban el salario necesario para vivir como acostumbraban.
El capitalismo especulativo, fundado en el lucro pero no en la racionalización, podía funcionar con el tradicionalismo.
En cambio, una vez surge el capitalismo moderno se choca con este ethos tradicionalista, no pueden convivir juntos, uno ha de desaparecer para que el otro pueda seguir desarrollándose.
Weber, en “Conceptos sociológicos fundamentales” también describe el concepto de “lucha” en el sentido de “competencia”: aquí el tradicionalismo y el capitalismo incipiente estaban en lucha y uno tenía que ser desplazado por el otro.
Sabemos quien ganó la pulseada pero ¿Qué mecanismos articuló el capitalismo para desplazar ese tradicionalismo que obstaculizaba su crecimiento? La racionalización. EL capitalismo inyecta racionalización. Y esta viene de la mano de la concepción de profesión de la ascesis protestante.
Esto se concreta a través de un proceso histórico en donde no hay finalismo. La ética protestante genera un ethos específico que tiene “afinidad” con el capitalismo moderno, no se fabrica con vistas posibilitar el capitalismo, se produce a causas de acciones que tienen consecuencias no esperadas.
Weber asegura que si bien en Lutero no estaba presente ese ethos metódico y racional, este siembra la semilla para su futuro desarrollo. Su visión de la profesión es aun tradicional : la providencia divina conmina al hombre a aceptar la posición en la que está. Este tiene que permanecer dentro de los límites y en la posición que Dios había dispuesto para él. Por esta razón “…de las ideas luteranas no podían deducirse principios éticos capaces de dar al mundo una nueva estructura, puesto que Lutero nunca rompió del todo con la indiferencia paulina hacia el mundo: de donde deriva la obligación de aceptarlo tal y como es, obligación estrictamente religiosa.”
Esto cambia en la concepción puritana. Para describir este tipo ideal puritano, este ethos, Weber se centra sobre todo en los escritos de Baxter. Sabemos que el tipo ideal no refleja propiedades “esenciales” de toda la realidad, es una abstracción que se construye como herramienta metodológica combinando un número de elementos que, aunque se encuentran en la realidad, rara vez o nunca se descubren de esa forma específica. Así, “…las características de la ética calvinista se toman de los escritos de varias figuras históricas e incluyen aquellos elementos de las doctrinas calvinistas que Weber identifica como de particular importancia en relación con la formación del espíritu capitalista.”
Las características de este carácter popular son:

El trabajo es una finalidad vital de la existencia, por mandato de Dios: “Aquel que no trabaja no come”.
Ponen el énfasis en la salvación a través del ejercicio metódico de la profesión. Trabajar bien y tener éxito en la profesión es el indicio de que estamos en el buen camino de la salvación.
Censuran la satisfacción del descanso en la riqueza porque de esta manera se corre el riesgo de caer el la ociosidad alejándose de una “vida santa”. El reposo está en la otra vida, en esta hay que estar activo, hay que realizar obras, que son las obras que Dios ha enviado.

El enriquecerse no es malo, es un buen signo y hay que aspirar a ello como forma de honrar a Dios pero hay que luchar contra el uso irracional de la riqueza: el aprecio de las formas ostentosas del lujo.
No se tolera la ociosidad ni el placer. El derroche del tiempo es el primero y más importante de todos los pecados. Es pernicioso desperdiciarlo durmiendo de más, tomando parte en reuniones sociales, “cotilleando”, etc.
El hombre tiene que adscribirse a una profesión y de esta manera, mediante la especialización de los trabajadores, se produce un aumento cualitativo y cuantitativo del trabajo que es beneficioso para el bien común, o lo que es lo mismo, el bien del mayor número posible. Estamos antes una motivación puramente utilitarista.
El ascetismo sexual puritano entiende que, en la vida marital, la relación sexual es lícita solo para reproducirse y así acrecentar la gloria de Dios de acuerdo al mandato: “creced y multiplicaos”.
Ante la tentación sexual se pueden tomar una serie de medidas y la más aconsejada es sumirse en el trabajo: “trabaja tenazmente en tu profesión”.
La austeridad ha de estar presente en todas las esferas de la vida: “..desprecian tanto la altiva indiferencia señorial como la tosca jactancia del nuevo rico..:”

El espíritu del capitalismo, pues, bebe de este ethos.
La caracterización del tipo ideal “espíritu del capitalismo” se basa, sobre todo, en las máximas de B. Franklin. Vemos en este caso como es el mecanismo metodológico de Weber al construir un tipo ideal: se parte de una individualidad histórica concreta y se hace abstracción. Lo que define al “espíritu del capitalismo” es:

Piensa que el tiempo es dinero.
Piensa que el crédito es dinero.
Piensa que el dinero es fértil y reproductivo.
Piensa que, según el refrán, un buen pagador es dueño de la bolsa de cualquiera.
Guárdate de considerar como tuyo todo cuanto posees y de vivir de acuerdo con esa idea.
Quien malgasta inútilmente a diario un solo céntimo derrocha seis libras al cabo del año, que constituyen el precio del uso de cien.
Quien dilapida vanamente un tiempo por valor de cinco chelines pierde cinco chelines, y tanto valdría que los hubiera arrojado al mar.

El fin de esta mentalidad es aumentar el capital. Y no estamos ante una simple técnica que indica como lograrlo sino frente a un ethos, una ética particular que señala lo que debe ser, que indica como comportarse y hacia donde dirigirse. Este hombre ha de ser honrado y digno de crédito y tiene que generar fortuna. Si no lo hace es estúpido y está infringiendo la ética capitalista.
Este ethos es lo que le faltaba al tipo ideal “capitalismo aventurero” y es la especificidad del tipo ideal “capitalismo moderno”.
Vemos como el ethos protestante influye en la conformación del espíritu capitalista: el trabajo profesional moderno posee carácter ascético.
Tomando la idea de Goethe, Weber explica que se produce esta conexión por una “afinidad electiva” entre esta personalidad protestante y el capitalismo moderno. Mientras Goethe trasladaba esta reacción de sustancias químicas al mundo de las relaciones amorosas, Weber a su vez, hace una transposición de este fenómeno al mundo social: una química social que explica por qué a esta forma de ser la va mejor una ética que otra. Y la chispa inicial de esta afinidad se enciende a partir de una manera especial de concebir la profesión: el trabajo racional, metódico en la profesión.
Alrededor de este concepto es donde se produce la combinación de algo nuevo entre el espíritu protestante y el espíritu del capitalismo.
Pero si en principio el capitalismo tenía espíritu: el de la ética calvinista, más tarde lo pierde y se queda vació. Se transforma en una jaula de hierro carente de alma.
Este moderno “hombre económico” no puede resistir la prueba de las tentaciones de la riqueza. El utilitarismo va tomando protagonismo y termina arrancando la raíz
religiosa. “De medio de cumplimiento espiritual, la acumulación de riqueza deviene un fin en sí, retornando o alienándose en objetos sin vida, sin espíritu.”
El fundamento del capitalismo ya no es religioso, es mecánico. Weber cierra su estudio alertándonos sobre cómo en su desarrollo, el capitalismo se queda sin fundamento ético y se convierte en un estuche vació. Esto conlleva un riesgo alto: el de arribar a la hegemonía de la acción instrumental propia de las burocracias e instituciones sociales de la modernidad que irían en detrimento de la libertad humana.


1 MWEBER, La ética protestante y el espíritu del capitalismo, Ed. Peninsula, BARCELONA, 1969.
2 MWEBER, La ética protestante y el espíritu del capitalismo, Ed. Peninsula, BARCELONA, 1969.
3 http://www.alcoberro.info/V1/weber.htm
4. MWEBER, La ética protestante y el espíritu del capitalismo, Ed. Peninsula, BARCELONA, 1969.
5 IDEM
6 MWEBER, La ética protestante y el espíritu del capitalismo, Ed. Peninsula, BARCELONA, 1969.
7 GIDDENS, Consecuencias de la modernidad, Ed. Alianza, MADRID, 1999.
8 MWEBER, La ética protestante y el espíritu del capitalismo, Ed. Peninsula, BARCELONA, 1969.
9 Marina Farinetti: Nietzsche en Weber: las fuentes del sentido y del sinsentido de la vida, Trabajo y Sociedad Indagaciones sobre el empleo, la cultura y las prácticas políticas en sociedades segmentadas
Nº 8, vol. VII, Argentina ,2006.



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