lunes, 13 de julio de 2009

La reducción del hombre natural


“Con la caída del hombre en el pecado, su voluntad se ha visto del todo
incapacitada para encauzarse hacia el bien espiritual y la obtención de la máxima felicidad, de suerte que el hombre natural, alejado completamente del bien y sucumbido en el pecado, está desprovisto de capacidad para la conversión y hasta para prepararse a ella.”
El hombre natural tiene una espontaneidad que lo aleja de la vida santa. Este vive sus pasiones, ríe, disfruta, no controla cada paso de su vida mirando la aprobación divina. El hombre natural, entonces, se aparta de Dios. Es instintivo e irracional.
El ascetismo controlará lo que hay de espontáneo en el hombre regulando su conducta, racionalizándola para lograr encauzarla en la senda de la salvación. Logra esto anulando el goce del alma y el cuerpo:
No se puede gozar de las riquezas de manera irracional: vedados el lujo y la ostentación.
No se puede gozar del cuerpo: el sexo es lícito solo para reproducirse y porque Dios así lo quiere.
No se puede gozar de la vida social ni del ocio: hay que estar activo, obrar por sobre todas las cosas. No risas, no conversaciones vacías, no alegría.
El hombre puede ser santo en la tierra, ya no necesita encerrarse en un monasterio. Pero para ser santo con los pies en el suelo debe vestir el traje asceta: su libido ha de estar direccionada al trabajo para evitar lo que se hace por instinto e irracionalmente, es decir, aquello que en el “hombre natural” es pasión y “subjetividad”.

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