jueves, 17 de septiembre de 2009

“La ética protestante y el espíritu del capitalismo” SOCIOLOGÍA HISTÓRICA



“La ética protestante y el espíritu del capitalismo” trata de demostrar cómo uno de los componentes del espíritu del capitalismo moderno: la racionalización de la vida sobre la idea de profesión, nace en las sectas protestantes. Estas, y específicamente las calvinistas, generan un ethos específico, es decir, un “ (…) orden normativo interiorizada que da forma a la conducta.” Para Weber es importante señalar que este ethos no constituye algo puramente limitado a las ideas, sino que tiene consecuencias sociales y, además, no surge de individuos aislados sino de grupos que consideran su ética como un signo distintivo explícito en la acción social.
Las sectas protestantes más ortodoxas crean este ethos que se conectará con el espíritu del capitalismo principalmente a través de una concepción particular de la profesión (la salvación a través del ejercicio metódico de la profesión). Pero esta personalidad colectiva va más allá: impregna toda la organización de la biografía de estos grupos que van a estar bajo el influjo de la racionalidad utilitaria, la disciplina y el cálculo.
No debemos confundir la intención de Weber y pensar que la conclusión de su obra es que la ética protestante fue la condición para el nacimiento del capitalismo. Se posicionará contra el determinismo monocausal (que atribuye al Marx) y dejará bien claro que se trata sólo de una dimensión de la inmensa e incognosible vida social. Los valores de la ética protestante influyeron en el nacimiento del capitalismo entre muchas otras cosas.
El capitalismo no nace, entonces, a partir de Lutero ni de Calvino. El capitalismo ya existía. Weber describe dos tipos ideales de capitalismo: El capitalismo aventurero, irracional y especulativo, y el Capitalismo racionalista moderno, que nace en Occidente y se caracteriza por la organización racional del trabajo formalmente libre. La autonomía de los modernos establecimientos industriales se basa en “(…)la contabilidad racional y la separación jurídica entre el patrimonio industrial y los patrimonios personales (…).” Estas características del capitalismo moderno deben su importancia a la organización del trabajo que, en contraposición al capitalismo aventurero, es libre y racional.
El capitalismo aventurero conectaba bien con el “tradicionalismo”. Podían coexistir bien sin estorbarse, pero el capitalismo racionalista ve en el tradicionalismo un adversario a vencer.
El tradicionalismo, ethos enemigo del capitalismo moderno, es descrito por Weber a partir de una serie de ejemplos. El más ilustrativo es el de los trabajadores “tradicionalistas”: estos no están interesados en acrecentar sus ganancias, en acumular. Les basta con asegurarse aquello que les permita vivir como hasta entonces. La medida de todas las cosas en el tradicionalismo viene dada por la fuerza de lo que siempre fue así y será bueno si así continúa. No quieren lanzarse a grandes reformas para lograr grandes cambios, simplemente se busca lo justo para poder satisfacer las necesidades tradicionales.
Una vez surge. el capitalismo moderno choca con este ethos tradicionalista. No pueden convivir juntos, uno de los dos ha de desaparecer para que el otro pueda seguir desarrollándose. Lo que Weber nos dice es que el mecanismo que articula el capitalismo para desplazar ese tradicionalismo que obstaculiza su crecimiento es la racionalización. El capitalismo inyecta racionalización que viene de la concepción de profesión de la ascesis protestante.
Esto se concreta a través de un proceso histórico en donde no hay finalismo. La ética protestante genera un ethos específico que tiene afinidad con el espíritu del capitalismo moderno, no se fabrica con vistas a posibilitar el capitalismo, se produce a causa de acciones que tienen consecuencias no esperadas.
Tomando la idea de Goethe, Weber explica que se produce esta conexión por una “afinidad electiva” entre esta personalidad protestante y el capitalismo moderno. Mientras Goethe trasladaba esta reacción de sustancias químicas al mundo de las relaciones amorosas, Weber a su vez hace una trasposición de este fenómeno al mundo social: una química social que explica por qué a esta forma de ser le va mejor una ética que otra. Y la chispa inicial de esta afinidad se enciende a partir de una manera especial de concebir la profesión: el trabajo racional y metódico en la misma.
El puritano quería ser profesional, afirma Weber, y en esto se condensa la explicación de esa conducta colectiva de las sectas puritanas. El trabajo para las sectas protestantes se desarrolla como la conciencia del deber ser en el desempeño de la labor profesional en el mundo. De esto se deriva el concepto ético-religioso de profesión: la observación en el mundo de los deberes que a cada quien obliga la posición que tiene en la vida, y que por ende viene a convertirse para él en profesión. Los calvinistas ponen énfasis en la salvación a través del ejercicio metódico de la profesión. Trabajar bien y tener éxito en la profesión es el indicio de que estamos en el buen camino de la salvación. La vida santa a la que aspiran, se consigue reduciendo, mediante el ascetismo, al hombre natural.

“Con la caída del hombre en el pecado, su voluntad se ha visto del todo
incapacitada para encauzarse hacia el bien espiritual y la obtención de
la máxima felicidad, de suerte que el hombre natural, alejado completa-
mente del bien y sucumbido en el pecado, está desprovisto de capaci-
dad para la conversión y hasta para prepararse a ella.”

El hombre natural tiene una espontaneidad que lo aleja de la vida santa. Este vive sus pasiones, ríe, disfruta, no controla cada paso de su vida mirando la aceptación divina. El hombre natural, entonces, se aparta de Dios. Es instintivo e irracional.
El ascetismo controlará lo que hay de espontáneo en el hombre regulando su conducta, racionalizándola para lograr encauzarla en la senda de la salvación. Esta es la preocupación de los ascetas protestantes y no la constitución de un sistema capitalista moderno. Por eso Weber insiste en que “(…) los sistemas de ideas religiosas poseen importancia sociológica, pues aunque no buscan fundar asociaciones éticas ni organizaciones humanitarias, sino orientar a los creyentes en el camino de la salvación del alma, sus efectos prácticos desembocan en la configuración de instituciones, proceso que ocurre imprevista y espontáneamente, desviándose y hasta contrariando la intención estrictamente religiosa.” En este sentido, el puritanismo valora éticamente la vida profesional, produce la superación de los modos tradicionales de satisfacción de necesidades, racionaliza el mundo, lo desencanta y “(…) abre una brecha entre la irracionalidad propia de la religión y la legalidad económica y social que instaura”.
Retomando la frase de Weber, “El puritano quería ser un profesional, nosotros tenemos que serlo” (WEBER, 1969), estamos obligados a vivir en esta dinámica impuesta por el orden económico vinculado a los presupuestos técnicos y económicos de la producción. Weber ve que en su época estos determinan el estilo de vida de los hombres. Él entiende la burocratización de la sociedad como una Jaula de hierro que iría en detrimento de la libertad humana. La burocratización se despliega, según Weber, en las figuras de la empresa moderna y el Estado moderno. En la época en que escribe “La ética protestante y el espíritu del capitalismo”, el taylorismo (y años después el fordismo) está renovando la organización de la producción capitalista. Hablamos de modelos en donde el trabajo humano no sólo está alcanzando el súmmum de la mecanización en las fábricas, se va todavía más allá, al extremo en donde se cronometran y miden los movimientos humanos para aumentar la productividad. En este sentido Weber considera el mundo de las burocracias como un mundo que racionaliza hasta los propios movimientos del cuerpo humano.
El otro gran gigante es la burocracia estatal: ubiquémonos en el contexto de la Gran Prusia, Estado todopoderoso que funda su poder precisamente en esa enorme estructura burocrática nunca antes conocida. Weber afirma en “Economía y sociedad”: “(…) la organización burocrática con su especialización del trabajo profesional aprendido, su delimitación de las competencias, sus reglamentos y sus relaciones de obediencia jerárquica graduada. En unión con la máquina muerta la viva trabaja en forjar el molde de aquella servidumbre del futuro a la que tal vez los hombres se vean algún día obligados a someterse…”
La final supremacía de la acción con arreglo a fines nos encierra en esta Jaula de Hierro. Los que nacemos en este engranaje, no podemos escapar de él.
El santo con los pies en la tierra, el puritano del que habla Weber, puede prescindir de los bienes exteriores, son para él, como dice Baxter, un abrigo fino que en todo momento se puede quitar. Si en principio el capitalismo tenía este espíritu, el de la ética calvinista, más tarde lo pierde y se queda vacío. Este moderno “hombre económico” no puede resistir la prueba de la tentación de la riqueza. El utilitarismo va tomando protagonismo y termina arrancando la raíz religiosa. “De medio de cumplimiento espiritual, la acumulación de riqueza deviene un fin en sí mismo, retornando o alienándose en objetos sin vida, sin espíritu.”



El fundamento del capitalismo ya no es religioso, es mecánico. Weber cierra su estudio alertándonos sobre cómo en su desarrollo, el capitalismo se queda sin fundamento ético y se convierte en un estuche vacío. Esto conlleva un riesgo alto: el de arribar a la hegemonía de la acción instrumental propia de las burocracias e instituciones sociales de la modernidad que irían en detrimento de la libertad humana.


1. ALCOBERRO, R. Introducción a Max Weber, disponible en:
http//www.alcoberro.info/V1/weber.htm
2. WEBER, M, La ética protestante y el espíritu del capitalismo, Ed. Península, BARCELONA, 1969.
3. WEBER, M, La ética protestante y el espíritu del capitalismo, Ed. Península, BARCELONA, 1969
4. WEBER, M, “Introducción” y edición crítica de VILLEGAS MONTIEL, Francisco Gil, La ética protestante y el espíritu del capitalismo, Fondo de Cultura económica, MÉXICO, 2004
5. PERLA ARONSON, P.P. Ethos protestante y modernidad: A propósito del centenario de la publicación de: La Ética Protestante y el Espíritu del Capitalismo. Rev. Argentina de Sociología., jul./dic.2006, vol.4, no.7, p.141-147.
6. WEBER, M. Economía y Sociedad, FCE, MÉXICO, 1964.
7. FARINETTI, M. Nietzsche en Weber: las fuentes del sentido y el sinsentido de la vida, Trabajo y Sociedad, Indagaciones sobre el empleo, la cultura y las prácticas políticasensociedadessegmentadas,Nº 8

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